Filtraciones de Datos y Espionaje Digital en Ecuador

Ecuador enfrenta una grave crisis digital que revela el lado más oscuro de su política y gestión pública: las constantes filtraciones de datos y el alarmante aumento del espionaje digital. Mientras se ufanaba de avances en otros frentes, el Estado ecuatoriano permitió que la privacidad y la seguridad de sus ciudadanos fueran tratados con una negligencia casi criminal.
Uno de los episodios más escandalosos fue la filtración masiva de datos en 2019, cuando se descubrió que un servidor en Miami, controlado por la empresa ecuatoriana Novaestrat, contenía 18 GB de información sensible de hasta 20 millones de personas, casi toda la población nacional. Esta filtración expuso nombres completos, números de identificación, domicilios, números telefónicos, historial laboral, académico y registros financieros, incluyendo datos de personas fallecidas. Esta filtración ha sido descrita por expertos como un desastre informático evitable con medidas básicas de seguridad que dejó a los ecuatorianos a merced del robo de identidad, fraude financiero y más.
La reacción estatal fue poco clara frente a la ciudadanía. Se dijo que la información estaba “protegida y resguardada” justo después de que medios internacionales destaparan la magnitud del desastre. En lugar de asumir responsabilidades claras y sancionar contundentemente a los responsables, se optó por investigaciones internas, muchas de las cuales quedaron en un limbo judicial y otras incluso fueron archivadas, tal como ocurre con la mayoría de los casos similares en Ecuador. Esta impunidad y la falta de medidas reales para fortalecer la ciberseguridad facilitan que la historia se repita una y otra vez, condenando al país a un círculo vicioso de vulnerabilidad digital.
Pero la gravedad no termina en la superficie de las filtraciones masivas: la misma legislación ecuatoriana, con figuras como el agente informático encubierto o algunas de las disposiciones de la recientemente aprobada Ley de Inteligencia, abren la puerta a un espionaje digital institucionalizado que ha servido para vigilar, amenazar y silenciar a activistas, periodistas, luchadores sociales y a toda voz disidente. En un contexto donde la transparencia y la rendición de cuentas brillan por su ausencia, el Estado aprovecha su poder para poner en marcha maniobras de control social ilegítimas que atentan contra las libertades básicas, multiplicando el daño de la incapacidad técnica con abusos legales y políticos.
En cuanto a la protección legal de los datos personales, si bien en 2021 se aprobó una Ley Orgánica de Protección de Datos Personales y la Superintendencia de Protección de Datos Personales ha emitido resoluciones recientes para mejorar la gestión y seguridad de la información, estas normativas son puramente formales cuando no cuentan con mecanismos efectivos de cumplimiento ni con un sistema judicial que castigue las violaciones realmente.
Ecuador vive una doble tragedia digital: la incapacidad o desidia estatal para proteger los datos de su población y el uso abusivo de herramientas legales para ejercer espionaje que criminaliza la disidencia. La combinación de estas problemáticas amplifica la sensación de indefensión y fragilidad de los ciudadanos ante un enemigo digital poderoso e impune.
La negligencia y el abuso convertidos en política pública han hecho de Ecuador un peligroso laboratorio de vulnerabilidades digitales y violaciones de derechos. Si no se rompen estas dinámicas, ni las leyes ni las tecnologías podrán remediar el daño. La protección de datos y la privacidad deben dejar de ser palabras vacías para convertirse en una prioridad ineludible, bajo el escrutinio del pueblo y con sanciones firmes para quienes las violen. Solo así será posible avanzar hacia una sociedad digital verdaderamente segura y justa, donde la información personal y la libertad no estén a merced de la arbitrariedad ni la indiferencia.