DNS y privacidad: quién controla tu navegación

Mientras que la mayoría de las discusiones sobre privacidad en Internet se centran en cookies y fingerprinting, existe una capa fundamental que a menudo pasa desapercibida, el Sistema de Nombres de Dominio (DNS). Creado en los años 80 para traducir nombres de dominio amigables (como ejemplo.com) en direcciones IP, el DNS se ha convertido en una herramienta potencial para la vigilancia y censura. Cada consulta DNS viaja típicamente sin cifrar, exponiendo nuestros hábitos de navegación a quienes controlan esta infraestructura crítica.
En este blog exploraremos cómo funciona el DNS, de qué formas puede ser manipulado y qué implicaciones tiene eso para la privacidad y la libertad en línea. También se presentan algunas herramientas que permiten mitigar estos riesgos, sin perder de vista que toda protección técnica implica, en mayor o menor medida, una relación de confianza con terceros. No se trata de eliminar esa dependencia por completo, porque eso rara vez es posible, sino de entender con claridad en quién confiamos y qué alternativas existen.
El proceso DNS comienza cuando escribimos una dirección web, el sistema busca primero en su caché local y, si no encuentra la información, envía una consulta a través de una jerarquía de servidores (raíz, dominios de nivel superior, y servidores autorizados) para obtener la dirección IP correspondiente. Este proceso, aunque eficiente y rápido, presenta vulnerabilidades significativas. Las consultas viajan sin cifrar por el puerto UDP 53, permitiendo que cualquier intermediario en la red pueda observar o modificar las respuestas. Además, la concentración del control operativo en pocas organizaciones facilita la implementación de mecanismos de censura y vigilancia sistemática.
El diseño original del DNS no contemplaba mecanismos de autenticación ni cifrado. Esto, combinado con su rol fundamental en la navegación web, lo convierte en un punto de control atractivo para distintos actores. En la práctica, el DNS no solo ha sido una herramienta técnica, sino también un mecanismo utilizado para vigilar, censurar o redirigir el tráfico de usuarios sin su consentimiento explícito.
Puede ser manipulado de diversas formas que afectan directamente a los usuarios. Una práctica común es el DNS hijacking, donde se interceptan las consultas para devolver respuestas falsas. Desde mostrar publicidad no deseada hasta redirigir a sitios maliciosos que suplantan los originales. Este tipo de manipulación puede ocurrir en cualquier punto intermedio de la red.
El sistema también puede usarse como herramienta de censura mediante el bloqueo DNS, modificando las respuestas para impedir el acceso a ciertos dominios. Un caso notable fue el bloqueo de Twitter y YouTube en Turquía (2014), aunque estas restricciones pueden evadirse usando servidores DNS alternativos. Además, los resolvedores DNS pueden registrar y analizar silenciosamente las consultas, creando perfiles detallados de navegación. Si bien algunas empresas prometen no almacenar estos registros, la transparencia sobre estas prácticas sigue siendo limitada.
Ante estos riesgos, han surgido distintas soluciones técnicas orientadas a reducir la exposición de las consultas DNS. Una de ellas es el uso de protocolos que permiten cifrar esas solicitudes, de modo que terceros no puedan observar fácilmente qué se está consultando. Otra línea de defensa busca descentralizar el control sobre los resolvedores para limitar quiénes pueden vigilar o intervenir en nuestra navegación.
Para proteger las consultas DNS, los navegadores modernos han integrado DNS over HTTPS (DoH), que encapsula las consultas en tráfico HTTPS (puerto 443) dificultando su inspección. De manera similar, DNS over TLS (DoT) ofrece cifrado a través de un canal dedicado (puerto 853), siendo particularmente útil en configuraciones corporativas y dispositivos específicos. Aunque estas soluciones de cifrado son efectivas, implican transferir la confianza a operadores externos como Cloudflare (1.1.1.1), Quad9 o NextDNS. Por ello, es crucial evaluar cuidadosamente las políticas de privacidad, retención de registros y jurisdicción de estos servicios antes de elegirlos.
A pesar de estas mejoras, cifrar las consultas DNS o cambiar de proveedor no resuelve todos los riesgos asociados al rastreo o la vigilancia. Por ejemplo, incluso si la consulta DNS está cifrada, el servidor de destino sigue viendo la dirección IP del usuario, la hora de acceso y otros metadatos. Además, si el resto del tráfico no está protegido por HTTPS u otros mecanismos, buena parte de la información seguirá expuesta.
Las limitaciones técnicas y legales pueden restringir el uso de DoH o DoT, especialmente en redes corporativas o países con políticas restrictivas. En estos casos, existen alternativas más robustas:
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VPNs: Cifran todo el tráfico, incluyendo DNS, a través de un servidor intermediario. Sin embargo, requieren confiar en el operador VPN y evaluar cuidadosamente sus políticas de privacidad, especialmente en servicios gratuitos.
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Tor: Ofrece mayor anonimato enrutando conexiones por múltiples nodos y resolviendo DNS internamente. Aunque puede ser más lento e incompatible con algunos servicios, proporciona protección superior contra la vigilancia.
La elección de estas herramientas debe basarse en una evaluación realista de las amenazas y necesidades específicas. A veces, un simple cambio a un resolvedor DNS cifrado es suficiente, en otros casos, puede ser necesaria una combinación de soluciones.
Reflexión final
Al igual que muchas tecnologías en Internet, el DNS nació con la intención de resolver un problema técnico concreto, hacer la red más accesible para las personas. Sin embargo, con el tiempo, su funcionamiento ha sido moldeado por intereses económicos, políticos y comerciales que escapan al control individual. Por eso, más allá de las soluciones técnicas, es importante reflexionar sobre la infraestructura digital que usamos a diario. ¿Quién la administra?, ¿qué intereses la atraviesan?, y sobre todo, ¿cómo podemos, desde nuestras decisiones cotidianas, contribuir a una experiencia en línea más segura, abierta y justa?